Comentario
La evolución de la Física durante la centuria que nos ocupa la podemos caracterizar por dos hechos: los importantes avances realizados en dos terrenos tradicionales: electricidad y calor, y la aparición de un saber nuevo en su seno: la meteorología, ligado hasta ahora a la astronomía.
La investigación sobre el calor fue la primera en obtener resultados. Black (1728-1799) estableció esta ciencia sobre bases cuantitativas a comienzos de los sesenta y observó que, al contrario de lo que se pensaba, el termómetro no medía la cantidad de calor sino la intensidad e ideó un método para medir aquélla. La observación del tiempo distinto que tardaban agua y mercurio en calentarse le llevó a formular la tesis de que las sustancias tienen distinta capacidad de calor, que no depende de su densidad. Este término lo sustituyó en 1780 por el de calor específico, establecido siempre por relación al agua. También descubrió el calor latente partiendo de los procesos de fusión y de vaporización. En ambos casos la temperatura sube al finalizar o antes de comenzar el proceso, respectivamente, pero no durante él. Este descubrimiento fue trascendental para el perfeccionamiento de la máquina de vapor.
También se intentó saber más sobre la naturaleza del calor, acerca de la cual había dos teorías: la que lo consideraba una forma de movimiento y la que lo creía una sustancia material. Siguiendo la segunda, sir Benjamín Thompson (1753-1814) trató de pesarlo; sus medidas fueron las más exactas, pero al no encontrar cambio al modificar la temperatura del agua, concluyó que debía de ser "algo tan infinitamente raro, ..., que echa por tierra todos (los)... intentos de descubrir su gravedad". Por consiguiente, el calor sería más bien alguna forma de movimiento.
Sabido que los termómetros medían la intensidad de calor, se buscaron métodos más exactos que el rudimentario aparato del mismo nombre creado por Galileo. Los tres tipos de medidas que hoy conocernos aparecieron entonces de la mano de tres sabios de tres países distintos: el alemán Fahrenheit (1686-1736), quien además de construir su escala sustituyó el alcohol de la columna por el mercurio, más estable y visible; el sueco Celsius (1701-1744), que fija una escala distinta, centesimal, y participa en la expedición a Laponia; y el francés Rèamur (1683-1757), cuya escala es de 80 grados y cuyas aportaciones a las industrias del acero y la porcelana fueron, en realidad, más importantes.
Los trabajos sobre electricidad, por su parte, empezaron siendo no más que un divertimento para terminar conduciendo a la construcción de aparatos que la producían y permitían su control. El británico Priestley (1733-1804) resumió sus principios y teorías, estudiando la luz lateral y sugiriendo que la ley de atracción eléctrica era una ley de cuadrado inverso. Tal hipótesis fue probada por Coulom (1736-1806) que le da su nombre. Además, encuentra que la repulsión mecánica y la atracción magnética responden, también, a idéntica ley.
Uno de los experimentos que tendrá mayores consecuencias en el terreno de la electricidad es el del holandés Van Musschenbroeck (1692-1761) en 1745. Con su botella de Leiden, vidrio delgado recubierto con una lámina de estaño de la que sale una varilla metálica que acaba en esfera, consigue por vez primera una descarga eléctrica y el experimento se convierte en moda. Poco después, el padre Nollet (1700-1770) consigue electrificar a 180 soldados y 300 monjes asidos a una barra metálica. Empero, la aplicación práctica más útil vino de América, donde Benjamín Franklin (1706-1790), en 1752, consigue "arrancar el rayo al cielo", como se dijo en la época, con una cometa terminada en punta de hierro y unida al suelo por un cable. El pararrayos se había inventado y el primero se colocó ocho años más tarde en el faro de Plymouth.
Siguiendo en este terreno, el profesor de la universidad de Bolonia, Galvani (1737-1798), observó que si aplicaban descargas eléctricas a la pata de una rana aquélla sufría convulsiones siempre que estuviera conectada a tierra por un conducto eléctrico. El hecho, considera, es susceptible de doble interpretación: bien puede deberse a la existencia de electricidad animal, bien ser un efecto del contacto entre dos metales distintos. Galvani se inclina por la primera explicación, siendo muy pronto contestado por su compatriota Volta (1745-1827) para quien la verdadera causa estaba en la segunda. En 1800, al construir su famosa pila demostró lo acertado de su idea. Se trataba de una serie de discos de cobre y zinc apilados de forma alternada y separados por rodetes con agua acidulada. Un hilo metálico, a través del cual pasaba la electricidad, unía el primer disco de cobre y el último de zinc. Se había descubierto la corriente eléctrica y aunque el invento fue perfeccionado en el siglo siguiente, su principio básico permaneció inamovible.
En cuanto a la meteorología, se convirtió en uno de los primeros ejemplos de física aplicada. Luc (1740-1815) perfeccionó el barómetro y la determinación a través de él de las altitudes. El padre Cotte (1740-1815), autor de un Tratado de meteorología (1774), observó los fenómenos atmosféricos, presentó teorías y publicó datos sobre períodos largos de tiempo. Lo que más preocupaba era, cómo no, la medición exacta y la recogida de la mayor cantidad de datos posibles. En este sentido es de destacar la labor de la Sociedad meteorológica palatina creada en 1780 por el elector de Baviera. Hasta los años noventa estuvo recogiendo las informaciones enviadas por 57 estaciones extendidas desde Siberia a Norteamérica.